Los primeros siglos medievales son una “edad oscura” para conocer la historia de los vascones independientes. Sólo sus enemigos –visigodos y francos primero y musulmanes después- los citan en las campañas que llevan contra ellos.
Son los francos del norte quienes comienzan a llamarlos ahora “navarros”.
Forjado en la resistencia, a principios del siglo IX surge el reino de Pamplona. Lentamente comienza a conquistar las tierras del sur y el oeste, hasta cruzar el río Ebro y convertirse por poco tiempo en el reino cristiano más importante. En el siglo XII, tomando el nombre de sus habitantes, se transforma en el reino de Navarra. La pérdida de Alava, Gipuzkoa y la mitad este de Bizkaia se compensa en parte por la unión de la Baja Navarra. El reino se reorganiza internamente con la fundación de barrios y villas, llenas de comerciantes y artesanos, y que se rigen por sus propias leyes.
Es la plenitud de la Edad Media. Se completa la cristianización. Navarra se llena de pueblos, de castillos y de edificios románicos. También de peregrinos que marchan a Santiago. La cultura sigue ligada a los monasterios y al latín. La sociedad se hace más variada al sumarse a la mayoría navarra pequeñas comunidades de franceses, musulmanes y judíos, cada una con su lengua.
Comienza a haber más documentos nacidos en los nuevos y viejos monasterios, en las ciudades y villas, y en la corte. Se siguen escribiendo en latín, una lengua que hace siglos ya no se entiende en la calle.
No obstante, la mayoría de la población sigue hablando euskera, una lengua que no se escribe.