Los últimos siglos de la Edad Media son tiempos de crisis y transformación.
Las malas cosechas, las hambrunas, las pestes y las guerras se repiten desde comienzos del siglo XIV provocando una gran despoblación y miseria.
Pese a las dificultades, Navarra se reorganiza. Con la llegada de monarcas franceses, las leyes del reino –el Fuero- se ponen por escrito. Surge la asamblea que representa al reino (las Cortes), se perfecciona el gobierno territorial y la administración de justicia.
De espaldas a las dificultades, la corte navarra resplandece en el palacio de Olite. Se construye la catedral gótica de Pamplona. Pero en la segunda mitad del siglo XV, una larga guerra civil enfrenta a beamonteses y agramonteses, y arruina el país.
Atrapada entre poderosos y agresivos vecinos, Francia es la referencia cultural y política de este periodo. De allí proceden sus reyes, sus gobernadores y sus obispos. Allí estudian sus clases dirigentes y de allí llegan las modas.
La producción de documentos aumenta. Las ciudades y las universidades se unen a los monasterios en la generación de la cultura. Las cronistas navarros comienzan a relatar el pasado del reino.
Aunque el latín sigue siendo la lengua de la escritura, en la corte y en las ciudades es desplazado por el francés, el occitano y el romance navarro, que finalmente se convertirá en la lengua oficial del reino.
Sin embargo, en el hogar, en la calle y hasta en la corte, la mayoría de los navarros sigue hablando euskera. Incluso los pocos que saben escribirla, comienzan a escribirla.