La muestra es de acceso libre y gratuito y permanecerá abierta durante todo el mes en la galería baja del Archivo Real y General de Navarra. Los horarios de visita son de 10:00 h. a 14:00 h. y de 17:00 h. a 20:00 h., todos los días de la semana, incluidos fines de semana y festivos.
El Archivo Real y General de Navarra expone durante este mes de octubre la muestra “Isidoro Fagoaga Larrache (1893-1976)”, una microexposición dedicada a la trayectoria del tenor y escritor beratarra, coincidiendo con el 125º aniversario de su nacimiento, y enmarcada en las Jornadas Europeas de Patrimonio.
La exposición “Isidoro Fagoaga Larrache (1893-1976)” está conformada por una selección de material y documentación que pretende resaltar su valor histórico y recuperar la figura de su creador: una maleta con etiquetas de embarque a Buenos Aires, varios baúles con pegatinas de lugares visitados a uno y otro lado del Atlántico y un sorprendente contenido formado por túnicas, sandalias y cinturones, espadas, brazaletes, cascos, distribuidos entre fajos de correspondencia, fotografías y prensa. Todo ello conforma el singular legado del tenor Isidoro Fagoaga Larrache (Bera, 1893 - San Sebastián, 1976), que su familia ha entregado recientemente al Archivo Real y General de Navarra para su custodia.
La muestra se estructura en tres vitrinas atendiendo a las diferentes facetas del protagonista, más una cuarta con varias piezas del vestuario escénico correspondiente al personaje wagneriano de Sigfrido. La primera de las vitrinas se dedica a su trayectoria musical, con una selección de documentos como el contrato con la Scala de Milán, el programa de Parsifal en el teatro São João de Oporto, el cartel de La Walkiria en el Teatro Reale dell’Opera de Roma o una entrada para Parsifal en el Festival de Bayreuth.
En segundo lugar se recorre su actividad literaria, que compaginó inicialmente con su carrera como cantante lírico y a la que se entregó por completo cuando abandonó las tablas en 1937. Sus tres grandes pasiones, la música, la literatura y la cultura vasca se entremezclan en una profusa producción como escritor, donde demuestra tanto sus dotes narrativas como su pericia investigadora.
Finalmente, en un intento por desentrañar y redescubrir a la persona que sostenía al personaje, a través de sus documentos de identidad, sus escritos y anotaciones, su correspondencia y sus recuerdos se descubre la intimidad de Isidoro Fagaoga, un hombre apasionado y sensible al que siempre acompañó la nostalgia por su amada tierra.
En los baúles que le acompañaron durante su periplo atesoró cuidadosamente los recuerdos de una ajetreada vida. Fruto del mimo con el que guardó, ordenó y releyó sus documentos nació un fondo único y valiosísimo para el estudio de su persona y de su época. Después de su regreso a Navarra sus baúles se conservaron en la casa familiar de Bera hasta que fueron trasladados a la casa de su sobrino en Irurita, donde finalmente se reunieron con la documentación rescatada tras su fallecimiento en 1976. Varias décadas después y con objeto de recuperar y poner a salvo ese legado, los sobrinos de Isidoro Fagoaga han impulsado su donación al Archivo Real y General de Navarra, institución que lo conservará en lo sucesivo.
El fondo Isidoro Fagoaga reúne un notable conjunto de piezas y documentos excepcionales, que reflejan la intensa trayectoria vital del tenor beratarra. Entre sus objetos de ajuar escénico destaca la vestimenta completa de Sigfrido y de otros personajes wagnerianos como Parsifal, su caja de maquillaje, así como carteles originales de sus estrenos en los teatros la Scala de Milán o el San Carlo de Nápoles, además de los propios baúles y maletas con los que viajó por medio mundo. Su importante colección fotográfica está formada por reportajes promocionales utilizados durante su exitosa carrera musical y fotografías dedicadas recibidas de colegas, personalidades y admiradores hacia su figura. Componen igualmente el fondo varias cajas de correspondencia recibida de sus familiares, amigos, colegas e intelectuales con los que mantuvo una fructífera amistad y otras personalidades con las que también se relacionó, como Jesús Guridi, Manuel Irujo, Eduardo Zamacois o José Miguel de Barandiarán.
Un lugar importante lo ocupan los ejemplares de prensa, que sobresalen tanto por su volumen como por su diversidad. Periódicos con cabeceras como Il Corriere della Sera, O Primeiro de Janeiro o The New York Times, y primeras páginas dedicadas a su figura, como la de “Il Corriere di Milano” rendido a su figura tras el estreno de “El crepúsculo de los dioses” en la Scala de Milán en abril de 1930. Se conservan igualmente ejemplares y recortes de prensa coleccionados por Isidoro Fagoaga tanto de las críticas a sus actuaciones como de los artículos que comenzó a escribir una vez hubo abandonado su carrera musical, especialmente en el periódico argentino La Prensa y en El Diario Vasco.
Su faceta literaria se conserva en forma de dosieres de documentos que reflejan todas las fases de la investigación, incluidas la recopilación de información, redacción, corrección y publicación. Sus primeras investigaciones las dedicó a los músicos labortanos Pedro Garat, el Orfeo de Francia (1948) y Domingo Garat, el defensor del Biltzar (1951). En San Sebastián publicó Retablo Vasco (1959), Unamuno a orillas del Bidasoa y otros ensayos (1964) o Los poetas y el País Vasco (1969) y en Bilbao vio la luz su última publicación El teatro por dentro (1971).
Tras recibir formación en Buenos Aires, Parma y Madrid, Isidoro Fagoaga debutó en Madrid con la ópera Sansón y Dalila y en 1920 se consagró en Bilbao con la opera Amaya de Guridi. Tras iniciar su gira por Italia, el éxito con La Walkyria en el teatro San Carlo de Nápoles le posicionó como tenor wagneriano de referencia, abriéndole las puertas de los mejores escenarios italianos. Especialmente intensa fue su relación con el Teatro alla Scala de Milán, donde encadenó nueve temporadas (1925-1933) bajo la batuta de directores como Sigfrido Wagner o Arturo Toscanini.
Recorrió Europa y triunfó igualmente en el Teatro Colón de Buenos Aires. A raíz de la Guerra Civil Española se retiró de los escenarios y entre 1938 y 1951 se trasladó a San Juan de Luz, donde comenzó a cultivar su faceta investigadora y literaria con la publicación de numerosos artículos periodísticos y varias obras de investigación. En 1964, tras más de una década en Argentina, regresó a su tierra como una leyenda y se instaló en San Sebastián hasta su fallecimiento en 1976.