Shakespeare es un dramaturgo que no conoce fronteras ni dogmas y que, aunque arrastre tantas referencias literarias como escénicas desde sus primeras composiciones, aparece siempre sobre el escenario como algo nuevo y extraordinario, renovando la esencia del propio teatro para fortuna de los que amamos el arte de Talía.
En esta obra nos presenta a Ricardo, un hombre sin moral, un maestro de la apariencia, un ser capaz de desatar tormentas de sangre con un único propósito: el poder. Su peculiaridad como personaje le permite disfrazarse ayudado por la retórica y esconder lo que realmente es a los demás, aunque se alce desproporcionado en su ambición, descarado en sus propósitos frente a un asombrado espectador que sólo espera, atónito, el momento de ser testigo de una caída que compense el horror desencadenado.
La postura de esta compañía es conocida. Creen que ofrecer los clásicos al espectador es una responsabilidad, pero también una cuestión de disfrute artístico. La consideración de Shakespeare como un autor para eruditos les parece un despropósito cultural. El bardo inglés, como nuestros autores del Siglo de Oro, escribe teatro para contar historias a la gente sencilla, entretenerla, enriquecer su espíritu y, en ocasiones, producir una reflexión. El teatro debe ser, sin perder sus calidades ni sus virtudes, accesible; y para ello trabajan.
Eduardo Vasco
Dirección: Eduardo Vasco
Versión: Yolanda Pallín